Monday, August 21, 2006

Miseria


Hay muchas clases de pobres en la Argentina. Están los pobres que son hijos de pobres por generaciones y los otros empobrecidos. Los pobres nietos de pobres están en todos lados, pero sobre todo en los suburbios de nuestras ciudades. Hambre por generaciones, tal vez consanguinidad, frío en invierno y calor en verano, mojados e inundados cuando llueve, no hay posibilidades de movilidad social. Son los principales proveedores de la población carcelaria, no por que sean más delincuentes que el resto, sino porque están mal defendidos. A veces no los sueltan cuando cumplen sus condenas y los olvidan en las cárceles y manicomios. Los defensores de pobres y ausentes solo se lucen cuando recurren a ellos algunos ladrones o ladronas de renombre y alcurnia. Si son aborígenes, les roban descaradamente sus tierras. A veces les quitan los hijos para venderlos a una pareja estéril e inescrupulosa, o para internarlo en algún instituto dirigido por un pedófilo. Peligro ambiental y desnutrición, son los argumentos más usados. Cuando quieren hacer valer sus derechos, se meten en un drama kafkiano, opresivo. Son el campo de batalla entre quienes quieren proporcionales alguna salida y aquellos que desean tenerlos como eternos vasallos. No por nada el trabajo social en las villas tenía como premio un viaje en avión y un salto sin paracaídas en tiempos del Proceso.
Hace poco tomó estado público el caso de una madre a quien mediante engaños le sacaron el niño, se lo dieron en adopción en trámite fraudulento a una pareja y cuando la madre recurrió a la justicia, le concedieron visitas semanales. “Seguramente, el niño estará mejor con gente de dinero y de paso me hago unos mangos. La madre no importa, total en tres meses está embarazada de nuevo” pareciera ser la lógica de los que intervienen en estas sordideces, a veces con bendición apostólica. Tampoco es infrecuente el secuestro de prepúberes y adolescentes, que pasan al circuito de la pedofilia o la prostitución. El caso reciente de una retrasada mental cuya madre solicitó un aborto en hospital público, luego de una violación, es bastante ejemplificativo. Hubo que recurrir hasta la Corte provincial para que ésta reconociera sus derechos. Aún así, los médicos, presionados por el gobierno provincial, se echaron atrás a último momento. Lo que ocurre es que las elecciones están cerca, y hay que sumar, no restar. Ya hubo bastante ruido con el tema de la vasectomía y la ligadura de trompas. No es cuestión de echarse encima a la corporación eclesiástica, ya hay bastante con Blumberg.
Como si la presión de la provincia fuera poco, se sumó la de un ex secretario del Proceso, hoy profesor y directivo de una universidad confesional, que amenazó con persecución judicial a los tutores. Abortar es pecado mortal, pero torturar y lanzar los detenidos al mar desde un avión no lo es. Pero, al fin de cuentas, cambiar la hoguera por el avión ya fue todo un avance.De todas maneras, fue una victoria a lo Pirro en la Provincia de Bs. As. Aún cuando en la Corte hubo quienes quisieron aplicar la sharia, los médicos de hospitales de Buenos Aires saben que no tienen que preguntar en casos así. Deben proceder, si tienen cojones. Ahora hay un caso similar en Mendoza. Pueden decidir por otorgar o no la autorización dentro de seis meses, si así quieren. Mientras tanto, pueden dedicarse a discutir en qué momento entra el alma al cuerpo o cuantos ángeles pueden bailar en la punta de un alfiler, si antes pueden ponerse de acuerdo sobre el sexo de los ángeles. El sistema judicial argentino da para eso y mucho más. Algún día lo reformaremos, pero ahora mejor nos ocupamos de la interna.

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